¿Qué hacemos?

Sin tiempo de reacción – La movilización social como alternativa

El aguilucho cenizo es esa más que conocida pequeña rapaz que sobrevuela  erráticamente las campiñas en busca de presas y que no hace demasiado tiempo atrás era muy abundante en todo Cádiz. Su situación poblacional ha alcanzado un nivel muy alarmante, desapareciendo de muchas localidades y disminuyendo drásticamente en otras.

Nos podría parecer que los aguiluchos cenizos son unos animales estúpidos, muy responsables de su absurdo devenir. No aprenden, año tras año al límite de la supervivencia, jugándose su futuro y el de sus descendientes a la carta de la premura y fundamentalmente de la colaboración del agricultor. Podemos pensar que mejorar su situación es muy fácil, nada más allá de nuestros utópicos sueños.

¿Quién no se ha planteado alguna vez si no hay un mejor lugar para colocar la puesta que en un moderno y cambiante campo de cultivo?, ¿Cómo pueden pensar que colocar los huevos directamente en el suelo en medio de un trigal es la mejor opción?…

Erróneamente sus ansiadas estepas e infinitas verdes praderas no han desaparecido, siguen apareciendo en su ADN, siguen siendo los mejores lugares para sacar adelante a su prole, los más seguros, tranquilos y productivos. Las siguen buscando… Pero lo que encuentran en apariencia similar se convierte en la trampa mortal del progreso. De campos muy tratados, fumigados, abonados, y rápidamente segados.

Los cenizos desafortunadamente no han tenido tiempo para evolucionar al ritmo de las semillas y de los tractores, no han podido acortar su ciclo reproductor, no han sido capaces de saber que en esos homogéneos campos de cereal el final siempre llega antes. Además, las torretas eléctricas les siguen apareciendo moles de metal sin atractivo para soportar su presencia, siguen dependiendo del mimético plumaje de las hembras, este sigue siendo una respuesta milenaria a la ubicación de sus expuestos nidos, una respuesta anti depredadores de inmensa valía en un mundo visto a nivel de espiga.

No existen datos poblacionales fidedignos, sólo los registros históricos de los más mayores que los nombran como muy abundantes, presentes en cualquier lugar y de forma continúa.

La información de censos más modernos muestra una tendencia directa hacia la extinción.

Aquí en Cádiz ocupaban todas las campiñas y marismas, la franja costera que va desde Tarifa a Conil disponía de grandes núcleos reproductores, la antigua laguna de la Janda y  alrededores fue su bastión. Afortunadamente hoy en día la campiña jerezana soporta mejor las embestidas y su población se encuentra estable, siendo posiblemente una fuente de individuos para el resto de la provincia.

En el sur de Cádiz donde los cultivos se parecen aun más a su anheladas y anacrónicas estepas parece que todo va más rápido, la siega se anticipa y el cultivo mayoritario son las praderas de uno o dos años para alpacas, recogidas en verde.

En Tarifa llevamos casi dos décadas trabajando con la especie y con los agricultores, pero todos los esfuerzos son pocos. Hoy en día todos los agricultores conocen y respetan la especie, no hay un nido señalizado que sea cosechado. Los maquinistas son nuestros mejores aliados pero con el progreso no podemos enfrentarnos.

Hay ocasiones en las que los aguiluchos todavía no han terminado sus puestas cuando se inicia la recogida del pasto. Los nidos se respetan, se dejan superficies de entre 100-200 m2 sin cosechar y en ocasiones incluso vuelan pollos, pero en la mayoría de ocasiones los cenizos abandonan la incubación por molestias propias de la agricultura o llegan a ser depredados por oportunistas que encuentran en estos islotes de vegetación una fuente de alimentación.

Sin olvidar que en la zona se ha vivido en las últimas décadas un vertiginoso desarrollo con relación a la puesta en marcha de nuevos parques eólicos, con sus consecuente red de nuevos viales y líneas eléctricas, que suponen decenas de kilómetros de nuevas vías y tendidos aéreos y subterráneos. Estas nuevas infraestructuras son totalmente incompatibles con la conservación de la especie  y de la misma manera con la conservación del hábitat de la misma, provocando una importante fragmentación  del territorio.

Por todo esto nuestros aguiluchos sufren una situación agónica, no es que sean estúpidos, no son suficientemente rápidos para reaccionar al maltrato al que se ven sometidos y son contrariamente totalmente dependientes de nuestros esfuerzos por protegerlos.

Las medidas realizadas y el apoyo de los agricultores no han sido suficientes. La productividad no remonta y el número de parejas sigue disminuyendo. A situaciones drásticas en tiempos difíciles solo son de esperar soluciones diferentes, y en esa fase es en la que nos encontramos.

Sin aportaciones de la administración la movilización social es la única respuesta posible. Sin éxito de las tradicionales campañas de salvamento se hace necesario dar el salto a nuevas y más costosas actuaciones.

Por eso en el 2016 empezamos la campaña de conservación del aguilucho cenizo en la Janda versión 2.0 en la que las prioridades eran aumentar la productividad y reforzar la población. Para ello se ha dedicado un gran esfuerzo a la compra de cosechas para que la carta del tiempo de la que hablamos se les convierta en un comodín y puedan acabar la reproducción sin molestias.

Desde entonces se han liberado mediante la técnica de “Hacking” 26 ejemplares rescatados de nidos en peligro del resto de la provincia que esperemos se incorporen a la población local en un futuro próximo. Este año dimos el siguiente y más difícil paso, un acercamiento a la solución definitiva, sembramos y gestionamos 7 hectáreas,  creando la primera micro reserva, de lo que esperamos que sean una red de espacios seguros que aseguren el éxito reproductor de la especie a largo plazo.

Todo este trabajo se ha realizado mediante una red de voluntarios desinteresados y gracias al aporte de muchos mecenas que han querido colaborar con la conservación de la especie.  Gracias a ellos hemos dado este primer paso para mejorar la situación del cenizo a nivel local, un paso que puede quedarse en nada si no se dan más y mayores a nivel global con una especie que depende tanto de nosotros.

Recordemos que le hemos robado sus hábitats, que la estamos exprimiendo para que continúen surcando nuestras campiñas, no nos queda otra que seguir intentándolo.